miércoles, 18 de agosto de 2010

Somos demasiado exigentes

Lo malo, es que sólo lo somos para los demás, no para nosotros mismos. Si nosotros hacemos algo, damos por hecho, que está perfecto. ¡Pero si lo hice yo! ¿cómo va a estar mal?, nos decimos.

Sin embargo, cuando vemos algo, que otro hizo con su esfuerzo, lo tiramos por tierra por el más mínimo error. No tenemos en cuenta si es la primera vez que lo hace, si conoce lo que está haciendo, si es su sector empresarial, si pone intención, ... Simplemente, lo echamos por tierra y nos quedamos tan a gusto.

Así las cosas, os recomendamos pensar muy mucho lo que decís e intentar poneros en la piel del dueño de la obra, restaurante, casa o lo que sea, igual no está tan mal como piensas.

Nosotros solemos aplicar una frase que nos dijo un profesor hace años: Piensa lo que vas a decir y si no es más bonito que el silencio, ¡cállate!. Aplicarlo, os irá mucho mejor en la vida.

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