En el trabajo, en muchas ocasiones, hay momentos, en los que no tienes nada que hacer. Y no es que se haya acabado el trabajo, pero sí que estás a la espera de que un tercero, haga algo. Y en esos momentos, en los que te dedicas, precisamente a no hacer nada, también te casas, y además mucho.
La razón de estar así, es clara, y la hemos comentado en más de una ocasión, cuando tienes que hacer lo que sea, si lo haces por propia voluntad, te entretienes y se pasa el tiempo volando, ahora bien, cuando por obligación, tienes que estar un tiempo en un sitio, haciendo algo (o nada, como en este caso), te cansas, porque el tiempo parece no pasar y eso, es lo que cansa, cada minuto que pasa es eterno y no ves que llegue la hora de salir, para hacer, lo que te de la gana.
Para mitigar esto, la verdad es que hay pocas opciones, salvo, dedicar esos tiempos muertos, para hacer cosas, que tengas que hacer. Entonces, como estás haciendo algo que sí te gusta, te entretiene y las tienes que hacer, la cosa cambia tanto, que al final, el tiempo pasa demasiado deprisa.
El problema será, si te pillan en horas de trabajo, haciendo cosas que no son de trabajo, ya que te puedes buscar un lío. Y esta, es otra de las cosas que no entendemos, será mejor estar haciendo cosas, aunque sean personales, que estar sin hacer nada. En el primer caso, mantienes la mente activa y rendirás mejor, en el segundo, te enfadarás, estarás a disgusto y afectará negativamente a tu rendimiento. Una vez más, aquí es donde lo que tenemos claro, es que, cada vez más, el trabajo por objetivos y no por tiempo, es lo que debería primar en las empresas. Pero eso es otra utopía, como la del teletrabajo, con la que será imposible luchar.
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