En muchos lugares, sobre todo en pueblos pequeños, que pasan a ser ciudades, se aferran a sus tradiciones, queriendo que los nuevos, que son los que hacen que el pueblo se haga ciudad, no sin antes ganar un buen dinero con las ventas de sus terrenos rústicos, una vez han sido transformados en urbanos, las respeten y las intenten hacer suyas.
Ahora bien, en esas tradiciones, de cuando eran pueblo, si alguno de los que tiene que figurar, porque así lo manda la tradición, es de fuera, la cosa cambia, le desprecian, le hacen de menos y quieren que no se entrometa en su tradición, que tan importante era. Y tan malo es estar, donde les estorbas, que no estar, porque no respetas su tradición.
En definitiva, ni comen, ni dejan comer, pero todo tiene su fin y con esas actitudes, sus tradiciones, a las que tanto apelan, se irán perdiendo y poco a poco, dejarán de serlo, no por culpa de crecer y pasar a ser cuidad, si no por culpa de lo cabezón que muchos son y sólo piensan en seguir siendo un pueblo, junto a los de siempre.
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