Os habrá pasado muchas veces, os ponéis a trabajar con un ordenador, arrancáis el programa que os hace falta y cuando debe hacer algo, simplemente, no lo hace. Después de un arrebato, en el que tirarías el ordenador por la ventana, te calmas y empiezas a buscar la razón del mal funcionamiento.
Ordenadamente, mirarías primero si los parámetros de configuración están correctos, luego si hay algún error en la instalación (incluso, reinstalándolo), si todo esto no funciona, te volverás a enfadar y no entenderás el problema.
Llegados a este punto, si tienes otro ordenador, con exactamente el mismo software, lo que puedes es copiarte todos los directorios del programa de un ordenador que funcione y pasarlos al que no funciona, hay veces que funciona realmente bien.
Y si todo falla, ya sólo quedará reinstalar el ordenador completamente, ya que puede que el programa genere algún conflicto con algún software y la mejor manera es hacer una nueva reinstalación ordenada.
La verdad es que los informáticos somos así, siempre probamos a apagar y encender, hasta que funciona.
Ordenadamente, mirarías primero si los parámetros de configuración están correctos, luego si hay algún error en la instalación (incluso, reinstalándolo), si todo esto no funciona, te volverás a enfadar y no entenderás el problema.
Llegados a este punto, si tienes otro ordenador, con exactamente el mismo software, lo que puedes es copiarte todos los directorios del programa de un ordenador que funcione y pasarlos al que no funciona, hay veces que funciona realmente bien.
Y si todo falla, ya sólo quedará reinstalar el ordenador completamente, ya que puede que el programa genere algún conflicto con algún software y la mejor manera es hacer una nueva reinstalación ordenada.
La verdad es que los informáticos somos así, siempre probamos a apagar y encender, hasta que funciona.
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