Ayer hablábamos la importancia de calmar al de enfrente cuando las cosas están complicadas, para intentar que se relajen y llevar a buen puerto lo que quieres. Hoy vamos a hablar de la importancia, en ciertos casos de emplear justo lo contrario, hablar con firmeza, para dejar claro que el contrario se está equivocando y que tiene que dejar de seguir por una línea de argumentación si quiere conseguir su propósito.
Y hablar con firmeza es exactamente eso, decir las cosas claras y aseverando, de manera que el que tengas enfrente no tenga derecho a réplica. Y esto, se tiene que hacer, sobre todo cuando el que tienes enfrente, pretende dejarte fuera de juego sugiriendo cosas que no son, sin llegar a decir nada. En esos momentos, en que los que no están al tanto pueden sugerir que las cosas no son de una manera y pueden pensar mal sobre tu gestión, tiene que quedar muy claro que sabes lo que estás haciendo y que esas insinuaciones no llevan a nada, porque tú lo tienes controlado.
Y por supuesto, hablar con firmeza, en ningún momento es faltar al respeto al que tienes enfrente, pero sí dejar muy clara tu postura y que sea él el que quede en entredicho. No es fácil, pero simplemente, si eres de los que habla habitualmente con la "sonrisa telefónica" de la que hablamos ayer, sólo tienes que elevar el tono, abandonar la "sonrisa" para mostrar tu absoluta desaprobación y demostrar que eres tú el que sabes de lo que hablas y no él.
Una vez más, sabemos que no es fácil, sobre todo si eres afable, pero tienes que hacerlo, si no quieres que te lleven a su terreno y con ello, quedar en entredicho.
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